Exhiben la máscara más antigua del Carnaval
Una de las más grandes colecciones de máscaras de diferentes bailes folklóricos, concedida al municipio de Cochabamba por el historiador Jorge Vargas Luza, se expone por segundo año consecutivo con el nombre de “Leyendas del Carnaval”, desde hoy hasta el 17 de febrero en la Casona Mayorazgo.
“Las máscaras del coleccionista, historiador y analista del Carnaval, tienen un gran valor. El mismo año (2008) cuando el carnaval de Oruro fue reconocido como Patrimonio intangible de la humanidad, Unesco quería comprar la colección, pero Vargas pensó que debía quedarse en el país”, afirma Irina Ladutko de la Alcaldía.
Si bien, según datos de historiadores orureños, la careta más antigua pertenece a la danza de la Morenada, elaborada por el artesano Pánfilo Flores en 1875, Vargas Luza identificó 12 muestras de máscaras que pertenecen al periodo 1850-1945 y la más antigua, que data de 1860, está en esta colección.
Lo más interesante de apreciar en la exhibición es la evolución de las máscaras, cómo cambian los rasgos estéticos, imágenes y el uso de materiales, especialmente en las caretas de diablos, marcando la influencia de los procesos globalizadores en la cultura.
Las máscaras más antiguas llevan rasgos humanos. Incluso, hasta inicios de 1900, para su fabricación, los artesanos usaban moldes de yeso de los rostros de los solicitantes, sobre los cuales añadían elementos decorativos zoomorfos que representaban al lagarto, la serpiente y al sapo. “Las primeras máscaras eran más sencillas. En la actualidad y por la influencia de la industria audiovisual en especial, son más estilizadas y con un decorado más recargado. Añaden dragones y criaturas mitológicas de otras culturas, algo que no podemos negar, pues ya es parte de la diversidad cultural”, mencionó la gestora.
Leer el simbolismo de las máscaras abre la posibilidad de comprender la dinámica de la cultura andina que se transforma constantemente, pues absorbe en lugar de anular la diversidad.
LA HISTORIA DETRÁS DEL DIABLO
Irina Ladutko mencionaba que antes no se conocía al diablo, “eso llega con la colonización religiosa; sin embargo, sí se conocía a un semidiós llamado Huari, que vivía en las montañas, a quien la gente le hacía ofrendas para evitar la mala suerte. Se dice que éste fue confundido o relacionado con el Chiru Chiru”.
En 1780, habitaba en los parajes abandonados del cerro Pie de Gallo, un joven cuyo aspecto infundía miedo debido a su fama de ladrón. Lo llamaban “Chiru Chiru” por su cabello desordenado, cuya apariencia era similar a la del nido de un pajarillo.
Como el bandido era tan malo, la gente tenía mucho miedo y, debido a que se escondía en las montañas, en algún momento Huari comienza a confundirse con este bandido. Un día, el ladrón desapareció de la vista de los habitantes de la Villa y todos se preguntaron el motivo de su ausencia, hasta que se enteraron de que el Chiru Chiru fue herido mientras cometía una de sus fechorías, se fue a esconder a la montaña, tal vez se encontró con Huari.